El Parque Natural de Oyambre se encuentra ubicado en el sector occidental del litoral cántabro, abarcando el territorio que va desde Punta África a Punta Lumbreras por la costa, y limitado en su interior, de forma aproximada, por Peña Mayordoma, la Sierra de Sarría y la zona sur de Monte Corona. El Parque se sitúa sobre parte de cinco términos municipales, Val de San Vicente, San Vicente de la Barquera, Valdáliga, Comillas y Udías y tiene una superficie total de 5.758 hectáreas.
De los numerosos núcleos urbanos que comprende el Parque, San Vicente de la Barquera, es el de mayor población y tamaño; es la única capital de municipio incluida en el Parque y actúa como principal polo de atracción, tanto para la población residente como la transeúnte. Sin embargo, son numerosos los pequeños núcleos rurales que se encuentran distribuidos por la totalidad del Parque, aportando el profundo carácter agrícola y ganadero que posee la zona.
El sistema de aprovechamiento agrícola y ganadero imperante en la zona, ha permitido una distribución de la población y una gestión del territorio racional, acorde con las características naturales del mismo. Las agrupaciones de viviendas, en las que se concentran infraestructuras y servicios, y en torno a los cuales se encuentran las tierras de labor y aquellas destinadas a pastos para el ganado, ha favorecido el mantenimiento de la funcionalidad y continuidad de los ecosistemas de praderías, evitando la dispersión de edificaciones. Esta gestión territorial, desarrollada por los pobladores del Parque, ha permitido la conservación de un importante espacio natural, en un enclave de incalculable valor ecológico y paisajístico.
La Ley de creación del Parque Natural de Oyambre plantea como uno de sus principales objetivos la protección de una de las áreas más valiosas del litoral cantábrico, tanto por su geomorfología, procesos de formación de playas y estuarios, como por su riqueza botánica, faunística, paisajística y arqueológica que convierte a la zona en un excepcional museo y laboratorio viviente para el estudio y la investigación de los recursos naturales y de la historia de la región. en base a estos criterios científicos y a otros culturales, de conservación, turísticos, económicos y sociales, la Ley de creación del Parque Natural de Oyambre delimita el territorio y regula las distintas clasificaciones del suelo.
La franja litoral del Parque, además de las discontinuidades acuáticas generadas por las vías de entrada de los estuarios, presenta otros tipos de formaciones como son los acantilados, las playas y las dunas.
Los acantilados del Parque son relieves de roca caliza, de importante desnivel y caída casi vertical, sobre los que rompe el oleaje. Estos acantilados, además de su función biológica como área de nidificación de aves acuáticas, representan un elemento paisajístico de gran valor.
Su presencia a lo largo del litoral, aporta al Parque la fuerza visual de las grandes formaciones rocosas, y la belleza cromática y de movimiento que producen las rompientes. Es por tanto, el conjunto de los acantilados con las aguas que los dan sentido, un paisaje de especial belleza.
En el Parque, dos conjuntos de playas se ubican a ambos lados del cabo Oyambre, uno de sus principales acantilados. En la zona occidental, la amplia playa de San Vicente de la Barquera, con sus distintas denominaciones -Merón, La Braña, Bederna y Gerra-abarca el espacio entre la ría de San Vicente y Peña Entera; y la playa de Oyambre, al oriente del cabo y que abarca el espacio entre éste y la ría de la Rabía. Los dos sistemas forman amplios arcos de arenas finas, sobre un sustrato muy tendido, dando lugar a playas de un largo recorrido mareal, íntimamente ligadas en su manifestación a las mareas. Así, en las pleamares, de las playas apenas queda un pequeño testimonio, con lo que las dunas adquieren su máxima relevancia.
En el extremo occidental de la Playa de San Vicente y en el oriental de la de Oyambre hay unos interesantes sistemas dunares, generados como consecuencia de las arenas acarreadas por el viento y de los aportes de las mareas. En estas dunas, el sustrato arenoso, la alta salinidad y la escasez de agua dulce definen las difíciles condiciones en las que se desarrolla la vida animal y vegetal. Esto hace que tanto la fauna como la flora que se desarrolla en las dunas, presente una importante especialización que permita superar todos esos condicionantes tan exigentes. El barrón (Ammophila arenaria), el cardo de mar (Eryngium maritimum) o la lechetrezna de mar (Euphorbia paralias) son algunas de las especies vegetales específicas de las dunas, y que en distinto grado, contribuyen a la fijación de sus arenas.
Los acantilados, las playas y las dunas del Parque Natural de Oyambre son ecosistemas de gran riqueza biológica, que presentan una elevada biodiversidad, y que aportan al conjunto del Parque un gran valor medioambiental, de necesaria conservación.
Finalmente y como testimonio de los bosques, tan importantes en la Comunidad Autónoma de Cantabria, Monte Corona representa en el Parque Natural de Oyambre el ecosistema de bosque mixto caducífolio. Robles, fresnos, y avellanos entremezclados con acebos, arces y castaños, conforman Monte Corona, un singular bosque sobre la elevación montañosa inmediata a las marismas de la Rabia, y por tanto muy próximo a la costa.
En Monte Corona, al abrigo de las especies arbóreas y arbustivas autóctonas se encuentra una diversa fauna de vertebrados, entre la que destacan, además de numerosas aves como rapaces – ratonero, cernícalo, cárabo, gavilán y pequeños pájaros – chotacabras, arrendajo, camachuelo, petirrojo, o jilguero – mamíferos como la ardilla, el zorro, el tejón o la gineta. Es sin embargo importante destacar, como esta abundante fauna desaparece casi totalmente de las zonas en las que el bosque originario fue sustituido por cultivos forestales como son el eucalipto o los pinos.
Monte Corona es un área de gran complejidad y riqueza, que al estar rodeado de un sistema de praderías salpicado de setos, bosquetes y cauces de agua, presenta unas buenas condiciones de conservación, al haberse mantenido su integridad física y su posibilidad de desarrollo mediante el mantenimiento de su conectividad biológica con otros sistemas. Esta situación hace de Monte Corona un enclave de elevada importancia ecológica.